El silencio abre el corazón, y con el corazón abierto podemos abrirnos a los demás y ensanchar nuestra identidad
He querido escribir y hablar un poco sobre la temática de las sesiones de Yoga Nidra de esta semana.
La verdad es que me sorprendí a mi misma como en cuestión de horas estaba escuchando charlas de dos maestros a lo que sigo, de los que aprendo y me inspiran muchísimo: son Pablo d’Ors, sacerdote y escritor, y el Lama Rinchen, Lama budista tibetano.
Los dos hablaban de la meditación, cosa que nos lleva directamente al silencio, al silencio interior, y como este nos permite entrar en contacto con nosotros mismos, con nuestra verdad, con nuestro Ser en mayúsculas, nuestro Yo en mayúsculas, y no ese yo pequeñito creado por el ego para asegurarse la supervivencia.
Gracias al silencio entramos en contacto con el corazón
Gracias al silencio entramos en contacto con el corazón, ensanchamos el corazón, lo hacemos más grande, haciendo así más grande nuestras características naturales e intrínsecas a cada uno de nosotros y nosotras.
Dejando de lado todas las defensas del yo pequeñito, el personaje, y que tanto daño nos hace a nosotros y a nuestro alrededor.
Abriendo el corazón para nosotr@s podemos abrirlo entonces para los demás
Abriendo el corazón para nosotr@s podemos abrirlo entonces para los demás, y ensanchar así nuestra identidad: dejar de ser ese yo pequeñito cara a los demás, dejar de ser lo que se espera de nosotr@s, lo que hemos aprendido que tenemos que ser.
Abriendo el corazón, y siendo lo que somos en esencia: amor, paz, abundancia, equilibrio, serenidad, alegría, compasión, comprensión, paciencia… y relacionándonos con el entorno desde ahí. Ensanchando así nuestra identidad, nuestra identidad sin límites que, como el amor, no tiene límites.
Abrir el corazón para Ser lo que somos en esencia
Te invito de todo corazón a que vengas a una de las sesiones online en directo de Yoga Nidra, en las que te guío en una relajación profunda de cuerpo y mente para conectar desde el alma con estas reflexiones inspiradoras.
Un abrazo enorme,
Sílvia
